Es uno de los intelectuales musulmanes más activos y controvertidos. Nació en Suiza en 1962. Su abuelo, Hassan Al-Banna, fue el fundador de los Hermanos Musulmanes, el movimiento islamista que desde Egipto se expandió por todo el mundo árabe. Doctor en estudios islámicos, actualmente es profesor de islamología en la Universidad de Oxford.
Tiene prohibida la entrada a Arabia Saudí y otros países árabes y Estados Unidos le denegó una visa para instalarse como profesor. La revista Time lo incluyó entre los 100 pensadores más influyentes del nuevo siglo, y trabaja con el Gobierno británico para luchar contra el terrorismo islámico. Es un líder para los jóvenes musulmanes europeos y el texto de sus numerosas publicaciones y conferencias vende decenas de miles de copias en todo el mundo. Para unos es el ariete de la expansión del fundamentalismo islámico en Europa; para otros, el reformista que necesita el Islam.
Mabel González.- Usted insiste en que no hay contradicción entre ser europeo y musulmán, es decir, entre los valores de las sociedades llamadas « modernas » y el Islam.
Tariq Ramadan.- Así es. El conflicto entre Occidente y el Islam es un conflicto construido. No estamos ante un choque de civilizaciones, sino de percepciones. Los principios del Islam son, en gran parte, compartidos por otras civilizaciones y religiones. Estos principios nos sostienen como musulmanes, pero no tienen por qué generar un problema cultural. Se puede hacer una lectura abierta y reformadora de la religión, adaptada al contexto. Puedes ser completamente musulmán y completamente estadounidense, británico o español. En América Latina hay musulmanes que se sienten como tales y a la vez brasileños, o cubanos. No es un problema, siempre que construyas tu identidad sobre principios que respetas y culturas que integras y en las que te integras. Hay una visión muy simple de la identidad musulmana como una identidad « cerrada », pero yo no estoy de acuerdo. Todos tenemos identidades múltiples y cambiantes. Yo soy suizo de nacionalidad, musulmán de religión y europeo de cultura.
MG.- Y si, en algún momento, hay una contradicción entre los principios islámicos y las leyes o la Constitución, ¿cuál prevalecería?
TR.- Si uno mira la realidad y no los mitos, hay muy pocas situaciones de conflicto. En la tradición legal musulmana un principio importante es la flexibilidad: en cada situación debes ser flexible y adaptarte a la situación que te rodea. Por otro lado, en todas las Constituciones hay margen para interpretar la ley. Teniendo en cuenta ambas cosas puedes encontrar tu camino. La única situación real de conflicto se produjo hace dos años, cuando el Estado francés aprobó una nueva ley que impedía mostrar símbolos religiosos en las escuelas, y esto afectaba a jóvenes musulmanas que llevaban pañuelo. Si queremos, podemos imaginarnos que el conflicto es continuo, pero no lo es. No uno ni dos, millones de musulmanes viven en EE.UU., en Canadá, en Australia, en Europa, y simplemente cumplen la ley y viven como musulmanes sin tener problemas.
MG.- ¿Cuál es su posición en el caso francés?
TR.- Si una ley está en vigor, debes respetarla como ciudadano que eres. Cuando una joven musulmana es obligada a elegir entre ir a la escuela o llevar pañuelo, mi posición -mayoritaria entre los musulmanes- es que debe ir a la escuela. Si quieres puedes ponerte el pañuelo el resto del tiempo, tú decides, pero vete a la escuela. A partir de ahí, como ciudadana, tienes el derecho de debatir y discutir si ésta es una buena ley o no, y participar en el proceso democrático si quieres decir que no lo es.
MG.- Pero si mira a los medios, a ciertos políticos, se ha fabricado la imagen de que estas minorías son especialmente difíciles de integrar.
TR.- Hay partidos políticos que están instrumentalizando este proceso y que logran polarizar. Muchos han asumido lo que antes decía la extrema derecha. Hacen creer que la presencia musulmana es una amenaza porque lo pueden rentabilizar: primero alimentan el miedo y luego promueven políticas de seguridad. Es lo que llamo la ideología del miedo, una ideología sin ideales ni ideas, que busca promover unas determinadas políticas basadas en el miedo, la protección, la seguridad, y las emociones. No se basan en la racionalidad, pero evitan tener que discutir racionalmente los problemas reales, como la marginalización de los suburbios, los dobles raseros, la existencia de ciudadanos de segunda clase. Cuando no sabes cómo resolver estos problemas, miras a los ciudadanos y les dices « ustedes tienen miedo y yo los voy a proteger ». Y a veces, ciertos musulmanes caen en el victimismo y en la trampa de responder también emocionalmente, como en el caso de las viñetas de Mahoma.
MG.- ¿A qué se debe la facilidad para que esta visión sea aceptada por sectores mayoritarios?
TR.- Algo muy importante es la ignorancia. Mucha gente no sabe nada sobre el Islam, lo descubrieron con el 11-S. Otros tienen un conocimiento muy superficial y hablan sobre generalidades. « Claro, en el Islam no hay diferencia entre política y religión », o « los musulmanes piensan esto o lo otro ». Lo primero es reconocer la complejidad. El universo musulmán de referencias es tan amplio como el cristiano. Decir lo contrario refleja un marco de pensamiento neocolonial que reduce a los musulmanes a dos tipos: los buenos, que son como nosotros, y los malos, que no lo son.
MG.- ¿Cuál ha sido el gran fracaso en la integración de los inmigrantes en Europa?
TR.- La política de inmigración en muchos países de la Unión Europea es una política de seguridad que no responde a los intereses reales de los países. Lo primero que es necesario es coherencia. Todas las proyecciones relativas a los miembros de la UE muestran que en los próximos 20 ó 25 años necesitaremos 20 millones de trabajadores más. Criminalizarlos al mismo tiempo que los necesitamos abre la puerta a la nueva esclavitud, porque no tienen derechos. Les necesitamos en el plano económico, les tememos en el plano cultural. Tenemos que hacer frente a esta contradicción, porque de lo contrario su única forma de existir es ser invisibles.
MG.- ¿Y de manera específica, con los inmigrantes musulmanes?
TR.- Todos los indicadores muestran que en dos generaciones el número de musulmanes se habrá duplicado en Europa, y la gente tiene un miedo legítimo y una pregunta también legítima: « ¿Qué va a pasar con nuestro futuro? ¿Vamos a desaparecer y ser colonizados? » Esto se usa políticamente. Pero la inmensa mayoría de europeos musulmanes, sean ciudadanos o inmigrantes, viven acorde a las leyes, aunque interese decir lo contrario. Sería importante hablar de los principios que nos unen, no de percepciones conflictivas que muchos están interesados en alimentar. En segundo lugar, no se debe confundir la presencia musulmana con inmigración: el Islam ya es una religión europea y occidental. Y por último, todos los ciudadanos, musulmanes o no, debemos unirnos y ser coherentes acerca de la dignidad. ¿Queremos que permanezcan en sus países? Entonces cambiemos la forma de gestionar los asuntos económicos, especialmente con sus países de origen. Es inaceptable decir « quedaos con vuestra pobreza ».
MG.- Usted anima a los musulmanes de Europa a participar en los procesos sociales y políticos, y habla a menudo de una « revolución silenciosa ». ¿Qué quiere decir?
TR.- Lo veo en todos los países occidentales, pero también en otros. Es una revolución en la forma en que la gente observa su presencia y a las sociedades que les rodean. Cada vez más gente habla sobre ciudadanía, sobre formar parte de la sociedad, y sobre el hecho de que son y se sienten parte de esa sociedad en términos intelectuales, sociales, culturales… Sus padres o abuelos eran invisibles, ellos no. Ésta es la revolución silenciosa. Yo les animo a aportar, a ser críticos y constructivos. Pero no se puede saber exactamente qué está pasando en los suburbios franceses a no ser que escuches lo que dicen y mires lo que hacen.
MG.- El descontento en los suburbios suele interpretarse como falta de integración, o en relación con su religión musulmana.
TR.- Estos jóvenes son ciudadanos franceses. Sus padres o abuelos llegaron de Marruecos, Argelia, Túnez…, pero ellos actuaron exactamente como lo hacen los ciudadanos franceses. La tradición francesa es que cuando estás descontento, lo manifiestas. Los políticos interpretaron que la gente joven de los suburbios es una amenaza, que no están realmente integrados, pero las señales que mandaban eran exactamente lo contrario: « Somos franceses, y queremos que nos traten como tales ». Los políticos están totalmente desconectados de la realidad, son incapaces de ver que los países europeos están cambiando. Esto no tenía nada que ver con el Islam, se trataba de problemas económicos, sociales, de racismo…
MG.- ¿Cómo ha afectado a estas cuestiones el 11-S y, sobre todo, la « guerra global contra el terrorismo »?
TR.- El 11-S, y lo que ocurrió en Madrid, en Londres, en Holanda con el asesinato de Theo Van Gogh, debe ser condenado. Y luego hay que decir que hay fuerzas políticas que lo usan para sus intereses. Estados Unidos decidió responder bombardeando Afganistán, es decir, población afgana que no había tenido nada que ver con el 11-S y que eran víctimas de los talibán. Después se decidió ir a Irak. El 11-S y la « guerra global contra el terrorismo » han permitido a ciertas fuerzas políticas mentirnos, matar impunemente y socavar nuestras libertades y derechos civiles. Digo esto como ciudadano, no como musulmán. La gente tiende a pensar « ya están otra vez los musulmanes, reaccionando como víctimas », y no se trata de eso sino de nuestro futuro común. Porque si yo pierdo mis derechos en el marco de esta política de seguridad, tú también los pierdes, todos los perdemos. Las medidas tomadas en los aeropuertos son un símbolo de lo que está pasando globalmente. Es muy importante ser conscientes de que ésta es una lucha común.
MG.- Suele afirmarse que la democracia es imposible en el mundo musulmán porque el Islam y la democracia son incompatibles, dado que en el Islam es imposible la separación entre religión y política.
TR.- Si esto fuera cierto no habría democracia en ningún país de mayoría musulmana. Pero Senegal, con 95% de población musulmana, es una democracia, al igual que Indonesia, Malasia o Turquía. Lo primero es no confundir el Islam con el mundo árabe. La falta de democracia tiene mucho que ver con la cultura política tradicional árabe, donde ha habido muchos dictadores. Y el segundo punto es no aceptar la hipocresía. ¿Quiénes son los aliados de Arabia Saudí? Occidente no tiene ningún problema con la falta de democracia en Arabia Saudí siempre que sus intereses económicos estén protegidos. El problema no es el Islam. Los procesos democráticos se basan en cinco grandes principios: imperio de la ley, ciudadanía y sufragio universal, rendición de cuentas y separación de poderes. No son principios que el Islam no pueda aceptar.
MG.- Además de la tradición de cultura política, ¿cuáles serían entonces las dificultades?
TR.- Dentro de los países árabes y de mayoría musulmana, no hay suficiente participación de la sociedad civil para resistir y luchar contra las dictaduras. O sea, que los primeros culpables, y me gustaría decirlo muy claramente, son los musulmanes. Y los segundos son los países occidentales, que hablan de democratización y no son coherentes con esto.
MG.- La participación del islamismo político suele considerarse una amenaza para la democracia.
TR.- Al abordar el Islam político se tiende a pensar que es intrínsecamente malo. Pero si analizamos el cristianismo y la relación entre el cristianismo y la política, aparecen como mínimo tres tendencias. Una es la teología de la liberación. En el otro extremo están los fundamentalistas, bien representados en el actual gobierno de EE.UU. Y en el centro están, por ejemplo, los demócrata-cristianos. Exactamente lo mismo ocurre en el Islam. Hay muchas corrientes: musulmanes muy cercanos a la teología de la liberación, los hay comprometidos con el capitalismo, demócratas… Todos ellos representan al Islam político, pero no se puede sin más relacionarlos con Al Qaeda. Participan en política desde puntos de vista diferentes. Y luego hay un segundo nivel: puedes ser liberal en religión y ser un dictador o apoyar a un dictador. Conozco a gente que no practica, que bebe alcohol, y que apoya al presidente tunecino Ben Ali, o al egipcio Hosni Mubarak. Ser liberal en cuestiones religiosas no te convierte en demócrata.
MG.- ¿Cuál es su opinión sobre el futuro de la democracia en los países árabes e islámicos?
TR.- Es difícil hablar en general, pero va a ser un proceso difícil. En este juego hay dos grandes jugadores. Uno somos nosotros, los musulmanes occidentales, que tenemos una gran responsabilidad. Debemos continuar criticando a los regímenes no democráticos de aquellos países, y al mismo tiempo criticar los dobles raseros de nuestros gobiernos. En Francia, Reino Unido, Alemania, España y otros países, como ciudadano puedo pedir a mi gobierno un comportamiento más coherente hacia Arabia Saudí, Egipto, Túnez o Marruecos. Y luego es importante que surja una sociedad civil, que la gente participe y que haya una resistencia silenciosa, pacífica y pacifista. Ha pasado en Europa, en Yugoslavia, en Ucrania, ¿por qué no en un país musulmán?
MG.- ¿Y qué papel puede jugar la UE?
TR.- La UE necesita hacer una crítica constructiva a los regímenes del norte de África, y clarificar los términos de su relación con esas sociedades y con sus regímenes. Pero sobre todo, necesita construir una política. Si observamos el caso de las elecciones que se arrebataron al Frente Islámico de Salvación (FIS) en Argelia, en 1992, todos los países occidentales callaron o estuvieron de acuerdo. Esto no es coherente con los discursos sobre democracia. Europa debe decidir si quiere promover en serio la democracia o si está dominada por el miedo. En realidad está condenada a desarrollar una política mediterránea que aborde tres cuestiones: el Islam, la inmigración, y las democracias en la orilla Sur.
MG.- ¿Por qué es usted tan peligroso?
TR.- Lo soy para cierta gente. Gente que quiere jugar con fuego y simplificar la realidad, diciendo que todos los musulmanes son emocionales y no racionales y que no les gusta Occidente. Y musulmanes que creen que Occidente no tiene valores ni moralidad. Cuando alguien llega y dice que todo esto es falso, pone en cuestión su ideología del miedo. No le gusto a la Administración Bush porque saben que no me voy a disculpar por ser musulmán y voy a seguir criticando sus políticas. No voy a callar sobre Irak o Palestina. Alguna gente me dice que si dejara de hablar de Palestina sería más aceptado, pero no voy a dejar de hacerlo porque eso sí sería inaceptable. Y también voy a hablar de la opresión de los tibetanos, y de nuestro silencio debido al inmenso mercado chino. Es una cuestión de coherencia y dignidad. Muchos me consideran peligroso porque no uso las emociones allí donde es necesaria la racionalidad. Pero al final, lo que digo se escucha en comunidades y sociedades musulmanas, y también en Europa y en EE.UU.
*Mabel González Bustelo, periodista e investigadora del Instituto de Periodismo Preventivo y Análisis Internacional (IPPAI).
Source : Informarn